Cada cierto tiempo los medios, las consultoras, los profesionales en general tomamos una palabra (un palobro dirían algunos) y lo exprimimos hasta el hartazgo o, si hay suerte, hasta que aparece uno nuevo.
El teletrabajo vino con palabras como la COVID, los coronavirus, la pandemia, la desescalada, confinamiento, … Y vino, en opinión de muchos para quedarse. Creo que durará lo que durará el virus hasta que no tengamos una vacuna efectiva. Más adelante trataré de explicarme.
En las organizaciones el teletrabajo surgió como una herramienta que venía a resolver un problema concreto: la imposibilidad de las personas de acudir a sus puestos de trabajo. Durante su implantación hubo quién pensó que estábamos ante una nueva era de la gestión que vendría resolver todos los males de nuestras organizaciones.
El teletrabajo permitía mantener un alto nivel de productividad, facilitaba al trabajador la conciliación, ahorraba costes, todo parecían virtudes. Y además su implantación era muy fácil: bastaba con un ordenador conectado a internet para tener implementado el teletrabajo.
Pero al pasar de los días, el teletrabajo no parece excitante, las jornadas se hacen interminables como teletrabajas, tu jefe o tus clientes consideran que pueden llamarte a cualquier hora del día (y de la noche), el puesto de trabajo (la mesa del salón, el sofá o los privilegiados, una mesa en la terraza…) no reúne los mínimos necesarios que nos recomiendan desde la prevención de riesgos laborales, tratar de mantener la concentración con la tele puesta, los niños correteando alrededor, es casi misión imposible. La productividad decae y todo el mundo se pregunta cómo es posible que esto no funcione.
Al salir del confinamiento los jefes (los de siempre, los que consideran que un trabajador no rinde si el no lo ve sentado en su puesto) rápidamente exigieron la vuelta al puesto y a la normalidad «mira que has estado tres meses de vacaciones y ya es hora de que te pongas a currar». Para estos jefes controlar el tiempo es su máxima aspiración, saber a qué se dedican los trabajadores y medir su productividad real no forma parte de su actividad, «es que… medir la productividad es muy complejo» prefieren el control tiempo y digo yo, para eso, no se necesitan algunos jefes, pero esto forma parte de la cultura del pasado que todavía impera en muchas organizaciones.
El teletrabajo a venido para quedarse, siguen repitiendo con insistencia…
Implantar una nueva metodología de trabajo sin un análisis serio y sosegado de las implicaciones de todo tipo, estratégicas, organizativas, de marketing, de logística, legales, psicológicas, etc., sin una planificación adecuada y sin unos objetivos fijados esta abocado al fracaso: el teletrabajo no se quedará, al menos, no de la forma en la que se ha puesto en marcha.
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